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Estoy de Luto. El infinito dolor de los venezolanos.

  • Carlos Ñañez.
  • 16 ago 2018
  • 9 Min. de lectura

Carlos Ñañez

El luto emocionalmente es definido, como ese sentimiento de tristeza, desesperación y rabia que se troca en una fuerte depresión, ante la pérdida física de un ser querido o un cambio brusco en la vida de un individuo, todos hemos pasado esta experiencia y podríamos afirmar que siempre se nos quebranta el valor, se nos nublan los ojos cuando evocamos esa pérdida o ese evento doloroso, que por más resiliencia, que podamos insuflarle a ese dolor su presencia nunca nos abandona del todo. Ahora ¿Es posible estar colectivamente de luto?, la respuesta es sí, es posible, tangible y palpable, la alegría propia del venezolano, sus chistes oportunos, su camaradería, ese color del cual nos hablaba la hija de Salvador Allende, lo hemos perdido progresivamente, por primera vez nuestro país transita la senda del odio y la violencia, la siembra de 18 años de división y discordia dio sus primeros frutos en 2014, la arrogancia e infinita maldad de quienes heredaron la forma abiertamente incompatible de gobernarnos, hicieron que esa cosecha de odio, se replicase de manera horrorosa inenarrable en cientos de hogares de mi atormentada patria.


Hoy todo un país de casi 30 millones de habitantes está de luto, por los millones de jóvenes que forman parte del éxodo y del exilio y por la muerte de jóvenes, a manos de la delincuencia y sobre todo a manos de una Guardia Nacional inmisericorde, que además de asesinar, también tortura, al mejor estilo de sus mentores en la Isla Prisión de los Castros, las practicas de amenazas, golpizas, asfixias, aislamiento y la adición de violencia sexual, sadismo y maldad infinita banalizada, se han conjugado en esta tragedia que amenaza nuestra existencia republicana y que nos han desolado el alma y la capacidad de razonar.

Los muchachos, a quienes buena parte de nuestra atolondrada dirigencia tilda de radicales, locos o viscerales, han manifestado contar con la coherencia y la valentía necesaria, para defender su derecho a existir, su libérrimo y supremo derecho a desarrollarse en libertad, nuestras capas de jóvenes de todos los estratos sociales, se han hecho un solo ariete contra la Tiranía de Nicolás Maduro y su camarilla de inmisericordes, todos cual fuente Fuenteovejuna, han tomado en su momento las calles de nuestras principales capitales de estado e indudablemente no podía faltar las calles de la esquizoide Caracas, cientos de Frondosos y de Laurencias, se enfrentaron con cartones y piedras, a guardias parapetados, detrás de escudos y con armaduras llenas de ese miedo al cambio, del cual nos cantaba Benedetti en sus poemas. Carros blindados que escupen gases lacrimógenos y metrallas homicidas con metras o canicas de vidrio, a los fines de mutilar los sueños de nuestra juventud. Carros blindados que despliegan unas murallas inexpugnables insalvables, semejantes a las de la homérica ciudad de Troya, otros carros que arremeten y literalmente aplastan los cráneos, huesos, costillas, piernas y columnas vertebrales, de nuestros muchachos convertidos en ovillos, de carnes sangrantes en nuestro abrasador asfalto tropical.


Quienes no han perdido la vida forman parte de la fría estadística de más de 40.000 heridos, mutilados y lisiados física, emocional pero no moralmente, la heroicidad de esta generación los ha llevado cual mártires y héroes cristianos, a salir a las calles, vendados con las pústulas y laceraciones frescas a enfrentarse, contra la tiranía y sus formas de control, ese denodado estimulo es infinitamente superlativo a los acuerdos y negociaciones soterradas, realizadas por una oposición que simplemente no comprendió el mensaje, que quebrantó hasta la extinción el rapport, con esta generación de verdaderos libertadores, que por ahora y hasta mi muerte me representaran y me harán sentir orgullosos de llevar el gentilicio y la enseña tricolor con siete estrellas fresadas en mi código genético. En medio de este horror con vaho a gases tóxicos, con interrupciones de servicios, con cadenas orwellianas al mejor estilo de 1984, transcurre la vida del venezolano, el terror de Tlatelolco vivido en México durante los años sesenta en una sola noche, en la tiranizada Venezuela, del chavismo se réplica todas las noches, los allanamientos a las moradas para arrastrar a las ergástulas improvisadas por el triunvirato Maduro, Reverol y Cabello, fueron y son aún cosa diaria, los arrestos sin formula de detención y observancia mínima al debido proceso, son una cotidianidad, miles de moradas fueron y son violentadas como la de hace pocos días la de la familia Requesens, la Guardia Nacional literalmente caza a los manifestantes y a la disidencia, las detenciones no pueden ser más humillantes, desde motocicletas en marcha o arrastrandolos desde sus casas, fueron y son pisoteados los infortunados, para ser objeto de brutales golpizas propinadas con los cascos, puños, botas, palos y piedras, es decir con la crueldad de un régimen de asesinos.


Los relatos de quienes han sido liberados del infundio de los juicios tumultuarios y militares, no dejan de ser más alarmantes, encadenados, sin agua, sin comida, sobre sus deposiciones, atormentados por choques eléctricos, asfixiados con gases pimienta, amenazados de muerte y sexualmente violentados, es decir un horror nunca antes visto en tales proporciones, en nuestro país, pues aquella crueldad era importada desde Cuba y alimentada, por los agujeros en la moral de nuestras criollas Fuerzas Armadas.


Estamos entonces de duelo, es imposible mantener la alegría, es incompatible la risa, es moralmente inviable pensar en una fiesta electoral de cualquier índole, teniendo en cuenta las supuestas en Diciembre, menos sobre los cadáveres de nuestros mártires, claro el pragmatismo de la política, nos distancia de lo éticamente conveniente, pero retomando los estudios de “Ética y Política” de Vásquez Sánchez, tal vez se presionó al régimen y ahora a su colegiada tiranía corporativista, representada en una espuria Asamblea Nacional Constituyente, para que convocará a unos comicios, que por demás se sabía que serian inoficiosos, pues para quien pretende ejercer el poder de manera total, para este régimen que ha destituido y enjuiciado por vía fáctica, a alcaldes popularmente electos, valiéndose de su apéndice judicial, los gobiernos regionales y locales son incompatibles con el corporativismo, son una entelequia una grosera contradicción y estoy seguro, que para este gobierno lo será siempre, por ello se mutilaron las elecciones, fueron denunciadas de estar proclivemente cercana a prácticas fraudulentas, que destruyeron la poca credibilidad de un árbitro electoral, que es un brazo ejecutante del régimen. Con la réplica de la espada de Bolívar, inmoralmente conferida como premio a Tibisay Lucena, por ser sancionada por el Gobierno de Estados Unidos, con ese mismo filo de la amoralidad zanjó, de un tajo la posibilidad de celebrar elecciones, ya degustó el placer de armar procesos colectivistas y colegiados, elecciones de la cooptación y estoy seguro, que desde su quebrantado cuadro de herramientas éticas, se sintió muy bien al hacerlo y mentirnos compulsivamente.


¿Cuando se suspendan las elecciones que se hará? nos preguntábamos... ¿Nos deprimiremos de nuevo, adicionaremos este nuevo revés a nuestra jaculatoria de frustraciones, a nuestra rabia contenida o apelaremos a la tesis del exilio, a la maleta que nos saque de este horror y nos lleve a otro país? Reflexionábamos... Un país en dónde no resida la peste de aplaudir la villanía y mofarse de la virtud, las respuestas a estas preguntas que nos flagelan el alma es honrar la vida de estos muchachos, la respuesta se encuentra en denunciar sin censura este horror, esta pestilencia, la respuesta reside, en empujar la libertad y la primavera, convertir el luto en esperanza, en capacidad de organizarnos frente a esta hipertrofia del Estado, eso que Arendt llamaba totalitarismo.


Frente al totalitarismo, también manifestaba Hannah Arendt, que se debía actuar y no pensar, pues eso es justamente lo que han hecho nuestros libertadores y ahora sus destruidas familias, en medio de nuestra tristeza colectiva, hay que actuar. A la sociedad civil y actores políticos, como asignación irrenunciable nos comporta la inmensa necesidad de guardar las formas frente a esta tragedia que vivió y vive el país, frente al horror de las tumbas, frente a la desesperación del lisiado y frente a la desesperanza del apático victima de la depresión, es menester que los actores políticos hagan su trabajo, pero si pretenden representarnos, que no cometan el pecado de la arrogancia y la prepotencia, que ausculten la verdad con el auxilio de la academia de la luz del conocimiento, parafraseando a una lectora asidua, esperemos a que la arquitectura del pensamiento, desmonte la falacia de la mentira. No hay cabida ni tan siquiera para pretender festejos, aún en el hipotético caso de que estos quienes hoy ostentan el poder, deciden irse nos toca un espinoso camino, para reconstruir al país. La crisis en materia económica de Venezuela es superior a la de México en el 82, mayor a la de la Argentina del Presidente De la Rúa, infinitamente más lacerante que la chilena, mayor a la gran depresión de los años 30 y solamente comparable, con el periodo especial de ajuste de la comunista Isla de Cuba entre 1989-1992. Nicolás Maduro prescribe la misma receta de Nicolás Ceucescu en Rumania, mata a su pueblo de hambre, para mantener calmos a los mercados internacionales y a los acreedores entre quienes se encuentran recipiendarios de la arquitectura financiera enhebrada, con los perversos fines del latrocinio.

Nos enfrentamos no a un gobierno malo e inepto, nos enfrentamos a una nomenclatura malvada y malintencionada, que ha banalizado el mal, lo ha normalizado y yuxtapuesto en su particular marco común del pensamiento, cualquier abominación legal, social, institucional o económica, es plausible para quienes desean de manera abierta el poder y para ello deconstruyen la verdad, la coalición opositora debe reconquistar las esperanzas de un electorado y de sus simpatizantes, hacerse entender de la necesidad de pactos de gobernabilidad y estabilidad transisorial, que integren protocolos coherentes de gobernanza, es decir interacciones basadas en la coordinación y coherencia del acto de ejercer el poder.


No puedo ser ciegamente optimista, ni felizmente ignorante, para escribir estas líneas y plantearles un tránsito de este infierno hacia una realidad idílica, que no resuma el arduo trabajo, el denodado esfuerzo y el sacrificio, que supondrá reconstruir al país, para ello acudo a una frase que resguardo de manera especial y se resume en un consejo dado, por un profesor con mucho más conocimiento y experiencia que la mía, me refiero al académico Manuel Barreto quien tuvo la gentileza de compartir una máxima del libro de Harry Frankfurt, Sobre la charlatanería y sobre la verdad “ Quizás en alguna ocasión, podemos ser felizmente ignorantes o estar contentos o engañados y en esos casos pese a las dificultades que nos acechan, durante algún tiempo podemos evitar sentirnos especialmente preocupados o confusos. Sin embargo no debemos olvidar que, con toda probabilidad nuestra ignorancia o nuestras falsas creencias no harán más que empeorar la situación”, Venezuela no soporta más charlatanerías, más políticos sin academia y sin eticidad, no soporta más carga de pragmatismo racional, de aquello que sea convenientemente político, somos una sociedad con las carnes abiertas, en tal sentido no podemos seguir palpándonos la herida, sin sentir dolor, luto y rabia, sin fruiciones por la ignorancia apelamos al fantasma de la guerra civil, sin saber ni tan siquiera que es esa cosa, nuestra más reciente guerra civil, fue hace 159 años y no en balde la replicamos cual jaculatoria, en los actos oficiales a 208 años de la independencia y 159 años de la federación, tal vez pensando en que apelar a esa cicatriz, nos insuflaría la conciencia, para evitar caer en los horrores de una conjura fratricida, pero la ignorancia es atrevida y a diario uno escucha a más de un charlatán repetir : “Vamos a una guerra civil”. Dios nos ampare y sea misericordioso con nuestro País, cuan necesario es tener conciencia colectiva y defenestrar los grillos de la ignorancia, aquellos que cándidamente pretendió echar al mar, el poeta Andrés Eloy Blanco en 1936.


Mi luto por ahora y siempre permanece, las lágrimas brotan frente a la trágica pérdida de más de cien muchachos, frente a los gritos ahogados en los calabozos del Sabin, las ergástulas del Helicoide o las mazmorras de Ramo Verde, esta tiranía se ha llevado gente muy cercana, muy respetada, muy querida, se llevó en su momento a mi maestro el impecable Profesor Santiago Guevara, por el simple hecho de pensar, esta tiranía nos autocensura, nos coloca una mordaza bárbara, un trapo inmundo para que no denunciemos y aún esta tiranía goza del apoyo de gobiernos colaboracionistas, de dinosaurios ideológicos, con una retórica inservible de discursos comunistas y anacrónicos, pero también debemos agradecer los gestos de apoyo solidario del uruguayo Luis Almagro, del Perú, de México, de la Argentina, de la cara decente de Bolivia en la voz de Tuto Quiroga, quien dio un conmovedor discurso en nuestro país, durante la consulta popular sobre la viabilidad de la ANC, de la ex presidenta Chinchilla, del Ex presidente Pastrana, de Canadá, Chile, Paraguay, Mercosur y la Unión Europea, de los Estados Unidos, es decir de casi todo el Mundo, en nombre de mis conciudadanos, de mis hermanos y de nuestros muertos, muchas gracias.

Quiero finalizar estas líneas extrayendo del poema de Mario Benedetti: “Por Que cantamos”, la respuesta a nuestras inquietudes “La vida es nada más que un blanco móvil, usted preguntará por qué cantamos, cantamos porque el río está sonando y cuando el río suena, suena el río, cantamos porque el cruel no tiene nombre y en cambio tiene nombre su destino,

cantamos porque el grito no es bastante y no es bastante el llanto ni la bronca, cantamos porque los sobrevivientes y nuestros muertos quieren que cantemos”… Cantaremos entonces por nuestros muertos y sentiremos luto y dolor, pero también estaremos dispuestos para convertir ese dolor y ese luto en acción y capacidad para reconstruir este nuestro país, lejos de las charlatanerías políticas, que fueron los polvos que trajeron este lodo.

“En medio de la mentira, por encima de ella, en la hendidura busca este país su verdadero rostro para curarse” Rafael Cadenas…

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