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El Tormentoso Mar de la Política

  • Luis Loaiza.
  • 1 sept 2018
  • 17 Min. de lectura

“Decía siempre la mar. Así es como le dicen en español cuando la quieren… La mar es dulce y hermosa. Pero puede ser cruel, y se encoleriza súbitamente”. Ernest Hemingway. El viejo y el Mar.




Madrid, Agosto del 2018.


I


El encuentro con los libros no es casual. La conexión se establece mucho antes del contacto físico y cuando se concreta, puede resultar sorprendente. Podría decirse que no es uno quien los busca, sino al contrario. De manera que agradezco a Julita y Angelito, nobles amigos de “Guzmán El Bueno”, por facilitar el encuentro con un libro del que quiero comentar algunas cosas. Debo advertir que no conozco personalmente a su autor, pero muchas de sus observaciones, reflexiones y críticas sobre la actividad política, las comparto desde la distancia, la suficiente como para decir que siento con ellas una gran conexión, “desde otro mundo”. Por tanto, la lectura que originan estas notas se hace de forma interesada, enfocada, centrando la lupa en aquellos aspectos considerados particularmente relevantes.


Reflexionar sobre la política siempre es importante por el impacto que ella tiene en la vida de todos. Como cualquier actividad compleja, la política es atravesada por múltiples tensiones que ponen a prueba lo mejor y peor de cada uno. A ella se llega desde el interés de mejorarla, humanizándola, hasta el extremo de convertirla en instrumento de los vicios. Moverse entre estos polos, de por sí constituye un reto que puede llevarse toda una vida. Además, independientemente de nuestros deseos e intenciones, la política está regida por leyes esenciales ligadas a la competencia. En este sentido, la política abarca todo el proceso de distribución de recursos escasos en el que unos ganan y otros pierden, generando el conflicto permanente, y a veces la negociación, todo lo cual dificulta la construcción de acuerdos y decisiones unánimes.


“Alta Mar” es un libro importante para quienes les interese conocer lo que ocurre cuando la clase política no está a la altura de las circunstancias y cuando los partidos en lugar de ser los soportes fundamentales de la democracia, muchas veces se convierten en obstáculos para su desarrollo. En el caso venezolano, no tener claro estos temas, ni resolverlos a tiempo, nos condujo a una verdadera tragedia.


Dos de los muchos rasgos que conformaron la particular fisonomía del sistema político venezolano hasta 1998, fueron la preeminencia de los partidos políticos, especialmente, Acción Democrática (socialdemócrata) y COPEI (demócrata cristiano), y la incapacidad que al final demostraron esos mismos partidos para reformar un orden de convivencia que, si bien había generado históricamente el mayor período de estabilidad política y desarrollo social, para entonces se encontraba agotado, precisamente por la resistencia de la clase política de profundizar la democracia, abrirle espacios a la sociedad civil, superar el populismo y acabar con la corrupción. Pero, ¿por qué no se actúa preventivamente? ¿Por qué se silencian y anulan las voces que advierten a tiempo la existencia de esos males? ¿Por qué el cortoplacismo y los impulsos autodestructivos se terminan imponiendo?


Jesús López-Medel Báscones aborda estas interrogantes apelando a su experiencia y conocimiento de la política, no como espectador sino como actor destacado, analizando críticamente la realidad y escribiendo sinceramente sobre ella. Así pues, en “Alta Mar” nos ofrece ciento cuarenta y cinco artículos de prensa en los que aborda los más relevantes temas de la política española e internacional de los últimos quince años, organizados en once unidades temáticas: 1). La crisis. El regreso; 2). Nacional; 3). Temas Sociales; 4). Cooperación para el Desarrollo; 5). Internacional; 6). América Latina; 7). Rusia; 8). Mundo Postsoviético; 9). Ex Yugoslavia; 10). Irak y 11). EEUU.




II


Jesús López-Medel Báscones (Santander, 15 de agosto de 1959), es jurista, profesor universitario, abogado del Estado y político español. Es además miembros de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación. Fue concejal del ayuntamiento de Santander elegido en 1991 y encabezó la lista del Partido Popular (PP) por la circunscripción electoral de Cantabria en las elecciones generales de 1996, obteniendo un escaño en el Congreso. Renovó mandato en 2000 y 2004, en esta última ocasión en la lista popular por la circunscripción de Madrid. Es autor de múltiples artículos, ensayos y estudios en publicaciones jurídicas especializadas y de varios libros relacionados directamente con el derecho autonómico, el derecho local y, en general, la administración pública española.


Es un demócrata por convicción, “y cada vez más radical en ello”, ubicado en el centro del espectro político, por lo cual está muy alejado de las revoluciones, pero no de la necesidad de reformar urgentemente al sistema político español. Habla desde la honestidad, la integridad y la experiencia y su ejercicio crítico, y auto crítico, de la política española es fundamentalmente una lógica derivación de su irrestricto compromiso con la libertad; la de conciencia, la de opinar y “pensar por uno mismo”.

Siendo diputado nacional se distanció de la posición oficial de su partido sobre la invasión de Irak (2003) y sobre el manejo inicial que se le dio a los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. Estos atentados se produjeron tres días antes de las elecciones generales y los dos principales partidos políticos españoles, el PP y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), se acusaron mutuamente de ocultar o distorsionar información relativa a los sucesos, por razones electorales.


Calificado públicamente como un “político desencantado”, defiende la “regeneración política” al punto de considerar que es necesario “empujar a la clase política para que reaccione y salga de esa burbuja en la que viven, ajenos a la situación actual, porque si no hay regeneración de la clase política no habrá salida de la crisis”. Exige el retorno del debate interno, la reflexión y la búsqueda de consensos. Considera muy importante revertir la situación en virtud de la cual “el Congreso es un lugar donde simplemente se ratifica, no se consensua ni se debate” y lamenta que en los partidos políticos no haya debate: “En mis 12 años nunca levanté la mano para intervenir en alguna cosa crítica porque nunca nadie lo hizo. Muchos de ellos acaban convertidos en robots” (La Sexta. Salvados, 2018).


En el año 2016 López-Medel rechazó la oferta del partido izquierdista Podemos en Cantabria para encabezar su lista al Senado en las elecciones de junio de ese año. El secretario general de Podemos Cantabria, Julio Revuelta, dijo en esa oportunidad que: "nos hubiera encantado que una persona de reconocida trayectoria política, prestigio y experiencia se sumara a nuestro proyecto del cambio (…) Sumaría mucho por la transversalidad que daría a nuestro proyecto". El ex diputado del PP, por su parte, expuso que “diversos problemas personales” le impedían aceptar el ofrecimiento, lamentando mucho la situación “porque era una buena ocasión para incidir en el mensaje de transversalidad que he defendido siempre". Agradeció “que pensaran en él” como candidato de una "fuerza regeneradora" y mostró su apoyo a la coalición Unidos Podemos, de la que esperaba que hiciera “realidad el cambio profundo que necesita España". Sin embargo, al avizorar lo que podía suceder si aceptaba la oferta de la formación izquierdista, se adelantó a señalar: “sé que me hubieran caído piedras desde muchos sectores que todavía están en el Paleolítico”. Pero como el mar de la política es bravío y cambiante, desde la misma Cantabria y también desde el ámbito de la izquierda, esta vez desde Izquierda Unida (IU), el socio de Podemos en la coalición electoral de ese año, le lanzaban este dardo venenoso: Se “agradece a López Medel que haya dicho que no a esa oferta, porque, una persona que ha formado parte del PP en la época de Aznar no puede estar integrada en una candidatura del cambio" (García, 2016). Es evidente que en la izquierda también hay hombres del paleolítico.

La atracción que para una parte de la izquierda despertaba López-Medel, además de las razones ligadas a su trayectoria, quizás se conectaban con su idea de que un parlamento más fragmentado, aunque genere más problemas de gobernabilidad, “puede facilitar que se impulsen cambios”, y estos grupos luchaban por llegar al Congreso a como diera lugar y con la mayor cantidad de apoyos externos posibles. Lo del cambio ya es otra cosa. A diferencia de la izquierda, para López-Medel los cambios implican el retorno a los principios y prácticas fundacionales de la democracia española. Se trata, por tanto, de recuperar el espíritu constitucional dado que “la Constitución refleja que España es un Estado social y democrático de derecho. Eso se ha olvidado y hay que recuperarlo. La libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político son valores fundamentales de la Constitución del 78” (García, 2015).


López-Medel durante estos años, en los que abandonó la disciplina del partido, no la política, ha estado también dedicado a varias fundaciones de fines sociales a nivel internacional, sobre todo en el mundo postsoviético y América Latina. Mira con preocupación la crisis migratoria que golpea cada vez más fuerte en las fronteras de Europa y considera que hay espacio para impulsar cambios desde los márgenes de los partidos y que, precisamente, desde la sociedad civil “también se pueden hacer aportes valiosos al desarrollo de la democracia”. Por ello, insiste en que “hay vida más allá de la política” y que “hay vida política más allá de los partidos” (García, 2015).



III


Es sorprendente la analogía entre el mar y la política. Tal como ocurre en el mar, en la política se lucha contra la adversidad, la soledad, la muerte y en el navegar, o en el andar, se reconoce y valora la importancia vital de la constancia, la valentía, la amistad y la lealtad. Al igual que en el mar, la política puede ser el ámbito de la aventura incontrolable, el escenario idóneo de la confrontación total con la existencia, esa que nos pone a prueba, revelándonos de qué material estamos hechos. Tanto en el mar como en la política es constante la lucha por sobrevivir, sometidos a duras leyes y múltiples desafíos, donde muchas veces la victoria tiene muy poco que ver con la justicia.

Nuestro autor se desenvuelve en esto dos ámbitos, el del mar y la política. Es oriundo de Santander, la capital de la Provincia de Cantabria, ubicada frente al Mar Cantábrico en el norte de España. Conoce el mar, las sinuosidades marinas y asume que el mar, y la acción de navegarlo, constituyen esencialmente un espacio y un ejercicio de libertad. Por eso, con licencia poética, se permite decir sobre su libro que “son artículos escritos en alta mar”:

“Cuando decides emprender rumbo mar adentro o es acaso el viento el que te lleva, te encuentras en un momento dado con que la orilla queda tan lejana como invisible y que no hay puerto de refugio cercano. Tampoco faro que te ilumine. Pero decides voluntariamente ir mar adentro. En ese contexto estás en tu pequeña barca, sintiendo percepciones muy diferentes e intensas. Es allí en alta mar donde puedes tener una vivencia grandiosa de lo que supone la infinitud del mar y del cielo. Es esta percepción inmensa llena de gozo y plenitud algo que no conocen quienes no han tenido esa experiencia de ejercer la libertad. Se trata de una sensación de pequeñez y grandeza al mismo tiempo. Y de profunda libertad. No hay nada ni nadie que pueda, para bien o para mal, inmiscuirse en tu vida ni manipular tu rumbo, ni observarte ni condicionarte en lo que haces y sientes cuando estás contemplando una belleza tan inmensa e intensa que más allá del cerebro o el corazón, activa tus emociones y hasta tu sangre cuando la emoción te llena. Pero también en alta mar se sufre soledad, falta de compañía, o de ayuda en momentos importantes. Es uno mismo quien está expuesto a todo. Entre ello, a las tormentas y azotes que envían Poseidón y Apolo. La intensidad de esas situaciones es especial en alta mar. El temor, la impotencia y el riesgo de naufragio es notorio. Los relámpagos y truenos hacen un estruendo que te socava. Las mareas, los oleajes o los grandes peces que, cual tiburones, se acercan ocasionalmente a la embarcación, mientras uno sigue el rumbo que ha marcado o también el que el viento va llevándote. Pero junto a grandes percepciones positivas o negativas de infinitud o de azoramiento, hay otras dimensiones más pequeñas pero que dan especial valor a sentir dónde estás. El poder mirar, tumbado sobre cubierta, las estrellas y el buscar, como siempre hice, no ya la más brillante sino la más lejana. El ver, al asomarte, el propio rostro reflejado en la mar como un espejo límpido donde te reconoces. Donde si te fijas despacio y piensas, te das cuenta del paso del tiempo desde que empezó la travesía, pero, en todo caso, te percibes a ti mismo de la manera más natural y real posible” (López-Medel, s.f., 41-42).


Este dato es fundamental para el autor. ¿Cómo avanza un país cuya clase política “democrática” no valora la importancia capital de la libertad? O, ¿cómo superar las complejidades del mundo de hoy bajo el liderazgo de una clase política marcadamente mediocre? Y López-Medel en esto no tiene ninguna duda. Para él, la actual clase política española es “la más mediocre” de todas las anteriores y la “que está agrietando los pilares constitucionales de convencía” (López-Medel, 79).


Quizás con idealismo, López-Medel considera que sólo una clase política caracterizada por su honestidad, cordura, valor, generosidad y capacidad crítica y autocrítica podrá combatir los males que en la España de hoy genera una política esencialmente dominada por la mentira, el egoísmo, la soberbia, el cinismo, el dogmatismo y el sectarismo. Se trata, en suma, del lado oscuro de la política y de la profunda decepción que produce conocerla directamente.

Nuestro autor nos aclara, “acaso era un iluso inocente pero entonces creía firmemente en los valores sociales y éticos de la política como servicio”. El asunto es que el lugar de la “gente interesante humana e intelectualmente”, es ocupado por “los profesionales y vividores de la política”, quienes se han “clonado y multiplicado como una plaga” y “ahora ocupan la gran mayoría de los puestos y cargos, muy especialmente en las comunidades autónomas” (López-Medel, 27-28).


Su crítica al liderazgo político, y muy especialmente al de los dos más importantes partidos españoles, el PP y el PSOE, no se detiene allí. Considera un “desastre” que ese liderazgo trate “a los ciudadanos como estúpidos, con engaños e impunidad” y le resulta totalmente inaceptable el maridaje entre políticos y banqueros, porque éstos bendicen al poder con dinero y, a cambio, aquellos permiten grandes ganancias con productos tóxicos y, si es preciso, con indultos. Considera criminal la instrumentalización política de las Cajas de Ahorro, “utilizadas sin recato por la clase política, ocupando cargos, concediendo favores y créditos y haciendo una gestión penosa” y, en definitiva, repudia la falta de compromiso y convicciones democráticas de un liderazgo extremadamente llevado por las ansias de poder. “Lo que unía allí, dentro del mismo grupo, más que ideologías eran intereses, ambiciones y fobias a los contrarios pero, sobre todo, el poder” (López-Medel, 56, 57, 59).


Sin embargo, también había otro tipo de políticos, “los honestos pero silentes”, que eran aquellos “que callaban y callan, incluso en privado, sus divergencias”, o sea, los que consideran que ocultando sus opiniones conseguirían no entorpecer o frustrar “sus expectativas de prosperar y conseguir mejores cargos o al menos, mantenerlos” (López-Medel, 32). “Dientes rotos” les diríamos en Venezuela.


Con todo, el interés que pone nuestro autor en la catadura moral del liderazgo político tiene un propósito práctico. Le resulta perentorio que desde las instituciones democráticas se impulse un cambio que permita superar la gran crisis económica, política “pero, sobre todo, de valores éticos”, que vive España. Había que detener la erosión del sistema democrático y erradicar las prácticas que generaban la desafección, la indignación y el desencanto democrático.


Por tanto, el llamado que valientemente hace López-Medel es a la regeneración del sistema desde la institucionalidad democrática, desde el espíritu de la Constitución, desde la sensibilidad de quien ve, lo que muchos no quisieron.

En el año 2011 se produjeron múltiples protestas y manifestaciones en toda España, se conformó lo que se llegó a conocer como el “Movimiento de los Indignados” y se exigió desde la calle lo que toda la clase política sabía que tenía que hacer, pero no hizo. Para López-Medel, como ocurrió en Venezuela con los pocos políticos que advirtieron a tiempo que “cambiamos o nos cambian”; lo trágico del asunto era que tanto en el PP como en el PSOE no existía la voluntad de acordar e impulsar oportunamente los cambios, porque irresponsablemente insistieron en anteponer los intereses de partido a los generales (López-Medel, 80, 81).


En uno de sus artículos publicado el 16 de octubre de 2012, llegaría a decir:


“Somos millones quienes desde la derecha, el centro o la izquierda, sentimos indignación. Que la ira contra ellos se traduzca en rechazo de las instituciones es muy peligroso. Quienes tememos al vacío y somos moderados, defendemos la democracia representativa pero detestamos la burbuja en la que siguen instalados. Reaccionen ya y no desprecien a lo que es, sin duda, una gran mayoría silenciosa de españoles indignados ante una clase política decadente” (López-Medel, 81).

Al fin y al cabo este asunto también conlleva una respuesta ciudadana y, en ese sentido, públicamente hacía un llamado de atención a los españoles: “Solo si reaccionamos con firmeza y claridad frente a la mentira compulsiva y masiva, cambiarán nuestros políticos” (López-Medel, 75). El prologuista de “Alta Mar”, Carlos Carnicer Díez, parafraseando a López-Medel, lo dirá de esta manera: Se necesitan, “imperiosamente muchos ciudadanos críticos, políticos dispuestos a disentir del jefe e instituciones críticas y autocríticas. Precisamos de mecanismos democráticos con suficiente valor para actuar puntual y eficazmente como contrapoderes” (Carnicer Díez, s.f., p.21).


Por tanto, era obvio que se tenía que reaccionar desde la calle y desde los partidos. ¿Pero qué sucedía con los partidos?




IV


Para un politólogo como yo, la lectura de “Alta Mar” no hace sino recordarle las viejas lecciones de Sociología Política recibidas en la facultad. Ostrogorski, Gonzalo Fernández de la Mora, Robert Michels, y muchos más, fueron autores de lectura obligatoria gracias a los cuales supimos que los partidos políticos, siendo piezas claves del juego democrático, desarrollan prácticas internas abiertamente reñidas con la democracia y, que además, si no se colocan límites, pueden terminar usurpando la soberanía popular. Michels en célebre frase nos dirá que “la organización es la que da origen al dominio de los elegidos sobre los electores, de los mandatarios sobre los mandantes, de los delegados sobre los delegadores. Quien dice organización, dice oligarquía” y, en cuanto a esto, los partidos políticos españoles tampoco serían una excepción.


Tanto en el PP como en el PSOE se había creado “un estilo de dirigentes donde pocos con sentido ético y de convicciones sobrevive”; gracias a la supresión de la disidencia interna y de la libertad de pensar. Se trata de un liderazgo que se resiste a perder su comodidad con las reformas y cambios que la sociedad exige (López-Medel, 80).


López-Medel viviría en carne propia una situación que retrata el contexto: “Se produjo una conversación con un portavoz adjunto de mi grupo y cuya posición interna era muy relevante. En una ocasión, saliendo del hemiciclo, me cogió del brazo y me dijo Jesús, aplaudes poco. Ciertamente frente a los hooligans más apasionados que son capaces de interrumpir un discurso del “líder” veinte veces, aunque apenas haya dicho seis frases brillantes, otros somos menos fanáticos y no en todos los casos nos arrancamos por palmas y vítores” (López-Medel, 31). En todo caso, esto “me hizo pensar en el cinismo de mostrarse fervoroso y entusiasta aunque no hubiese motivo para ello y que este tipo de comportamientos iban cada vez acompañados de una prohibición no explicitada pero real (…) la de pensar por uno mismo” (López-Medel, 32).


Fue entonces cuando descubrió lo peligroso que era, estando en un partido-grupo político, pretender tener ideas propias que, aunque no se diferenciaran del pensamiento oficial, si que reflejaban matices.


“El pensamiento único no admite ambages ni dudas. Si no se acepta en su totalidad, o al menos se actúa como si se creyese como un iluminati, el futuro empieza ya a oscurecerse en el propio presente. En la camada que constituye un grupo, no pocos asumen, sin ningún problema, que el argumentatario que se difunde internamente es el catecismo, el dogma infalible y la verdad divina revelada de la que no solo debíamos hacer apostolado sino también hacerla nuestra como única verdad… incluso, aunque no nos la creyésemos apenas” (López-Medel, 32).

Después de ser concejal y diputado nacional durante tres períodos seguidos resultaba muy duro descubrir que no encajaba en su partido y que aumentaba la distancia de los afectos.

“Cada vez sentía que aquí el aire estaba muy viciado, que no había ventanas por donde entrase brisa, que no se admitían ningún tipo de matices y que solo podía reconocerse la doctrina oficial emanada del Partido como oráculo sagrado que llenaba de dogmas e infalibilidades la actuación de quiera eran de la tribu. Su vulneración estaba llena de penas de excomunión, expulsión, difamación. El atrevimiento en dar pasos que pusiesen en cuestión las verdades absolutas era algo más que atrevido: heroico con altas posibilidades de alcanzar el martirio. Todo ello lo sé por experiencia porque lo he vivido, lo he sufrido y lo he superado desde el convencimiento de aquella máxima agustiniana de que la verdad os hará libres” (López-Medel, 37).

Era inevitable emprender reformas importantes que aliviaran el rechazo, la desafección y la indignación ciudadana con sus dirigentes políticos, y una de las más importantes era la referida al sistema electoral de listas cerradas y bloqueadas, que todavía se encuentra pendiente. Para López-Medel:


“Si hay algo que el pueblo demanda es abrir algo las listas electorales o al menos desbloquearlas. La cerrazón de los partidos al elaborarlas les sigue alejando aún más del sentir ciudadano. Se confecciona desde planteamientos puramente burocráticos, de meritocracia interna y se obliga al ciudadano a votar en bloque una lista cerrada sin poder valorar de modo alguno las cualidades de quienes en ellas se presentan. Las listas abiertas incentivarían la vinculación con los ciudadanos pero a los partidos les interesa el control férreo sobre unos cargos electos muy sumisos y que aplaudan al líder. El pueblo clama por una reforma electoral para cambiar esto pero sigue siendo imposible. Cada vez más ciudadanos critican a los partidos políticos pero lo preocupante es que se trasmita que “la democracia es así” (mentira) y cada vez haya más personas desafectas con el sistema. Pero a ellos, mientras les voten” (López-Medel, 68).

El otro gran problema que tiene que enfrentarse es el de la corrupción y ello pasa por replantear también el sistema de financiamiento de los partidos. Se necesita, por tanto, una gran dosis de voluntad y determinación política que permita quebrar un robusto sistema de complicidades.

“Aunque los políticos nos ofrezcan leyes para solucionarlo todo, sabemos que hay problemas que se arreglan solo con voluntad firme de resolverlos. Por ejemplo, sin normas sobre buen gobierno, la corrupción no habría sido tanta si los dirigentes autonómicos y nacionales de los partidos, hubieran exigido el cese a sus dirigentes corruptos. Pero, claro, de ello algo llegaba a los partidos para su financiación. Y esto nadie lo ha abordado” (López-Medel, 78).


Por si fuera poco, Jesús López-Medel considera que todos los mecanismos constitucionales de equilibrio y contrapoderes están siendo ocupados principalmente, aunque no solo, por el bipartidismo, de modo interesado y contra su función constitucional; que el gobierno practica una intromisión excesiva en la función legislativa, entre otros medios, por la vía del uso más que abusivo de los decretos leyes y que resulta impostergable dotar a España de gobiernos con legitimidad y autoridad moral que respondan cabalmente a los compromisos asumidos con el pueblo (López-Medel, 20, 80).



V


En los comentarios finales de esta breve reseña no podemos dejar de coincidir con el autor en que no todo vale en la política; que en democracia la crítica al poder es sana y muy necesaria; que más poder para los gobernantes no se traduce en mejor gobierno, sino en todo lo contrario, porque más poder sólo refuerza “la soberbia, la prepotencia y el aislamiento” y que muchas veces los poderosos “son sordos para las cosas buenas y ciegos para la verdad” (López-Medel, 20,21,30,46,47,61).

También resulta muy importante su concepción sobre el valor de las personas y su rechazo a formar parte de rebaños caracterizados por la sumisión; su genuina solidaridad en la tarea de “ayudar a construir democracias en lugares donde la experiencia histórica de libertad era inexistente” y la lucha por mantener la coherencia del político consigo mismo, aquella que al final de la jornada, cuando ya se es un “marino exiliado del mar”, permita decir serenamente, “tengo la gran satisfacción personal de haber intentado ser coherente y comprometido con mis valores. Y esto tiene un valor inmenso que “ellos” desconocen. De modo particular, siempre la libertad y la lucha frente a cualquier forma de sumisión” (López-Medel, 37,38).


Al hacer una valoración final del autor como ser humano, no puedo sino tomar prestadas las palabras del prologuista porque es quien mejor lo conoce:


“Habrá quien considere al autor hombre desazonador y tachado de rebeldía pero no es ni transgresor ni escandaloso. Disentía, pero votaba a su partido al que considera pertenecía su voto. Nunca nadie le expulsó ni le imputó, ni le encontró en falta. Vio lo que los demás no percibían, o no querían ver, empeñándose en desvelar lo asombroso de una política oficialmente ordenada. Y lo ha contado conforme a la realidad social, sin yugos, sin frenos impuestos, sin toques surrealistas, irrealistas o abstractos. Jesús es, sobre todo, “Hombre de paz”. Su vocación, el ideal de la Justicia. Sus instrumentos preferidos, los derechos humanos” (Carnicer Diez, s.f., 21).

Por mi parte sólo espero que cuando tengamos una nueva oportunidad para instaurar la democracia en Venezuela, muchas de las preocupaciones y angustias de López-Medel sirvan para ayudarnos a no cometer los mismos errores.

Fuentes bibliohemerográficas


Carnicer Diez, Carlos (s.f.): “Prólogo”. En Alta Mar. De Jesús López-Medel Báscones. Ediciones de Librería Estudio. ISBN: 978-84-932023-3-0. España.

García, Laro (2015): "Los que somos moderados no nos reconocemos en este PP desde hace mucho tiempo". Entrevista a Jesús López Medel. El Diario Norte. Cantabria. España. 30 de agosto de 2015. En: https://www.eldiario.es/norte/cantabria/politica/voluntad-grandes-partidos-firmemente-corrupcion_0_425557684.html. Consultado en agosto de 2018.

García, Laro (2016): “López Medel rechaza la oferta de Podemos para encabezar su lista al Senado en Cantabria”. El Diario Norte. Cantabria. España. 22 de mayo de 2016. En: https://www.eldiario.es/norte/cantabria/ultima-hora/Lopez-Medel-Podemos-encabezar-Senado_0_518648505.html. Consultado en agosto de 2018.

La Sexta. Salvados (2018):

“Jesús López-Medel, ex diputado del PP: La regeneración política es posible y fundamental”. lasexta.com. Madrid. En: https://www.lasexta.com/programas/salvados/noticias/regeneracion-politica-posible-fundamental_20130602572774cb6584a81fd884dd29.html. Consultada en agosto de 2018.

López-Medel Báscones, Jesús (s.f.): En Alta Mar. Prólogo de Carlos Carnicer Diez. Ediciones de Librería Estudio. ISBN: 978-84-932023-3-0. España.

WIKIPEDIA (2018): “Jesús López-Medel”. En: https://es.wikipedia.org/wiki/Jes%C3%BAs_L%C3%B3pez-Medel. Consultada en agosto de 2018.

 
 
 

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